proyecto miradas
jueves, 11 de abril de 2013
domingo, 31 de marzo de 2013
Bitácora XXVII: "El cielo del desierto es un cielo de lucha"
Había arbustos
espinosos, todo tipo de cactus y piedras. Había un silencio profundo y sordo.
El único sonido efímero llegó con una ráfaga de viento repentino y seco, y con
él se fue. A los trescientos sesenta grados aparentaba desierto el desierto; sólo
arbustos espinosos, todo tipo de cactus y piedras.
Había un gran
espiral de piedras y en el centro rastros de un fuego grande, rodeado de ofrendas
sencillas: velas, caracoles, botellas, gargantillas, tejidos y varios Ojos de Dios.
En el Cerro
Quemado nació Tatewari, el abuelo Sol.
Y allí vuelve a nacer cada mañana. Así dicen los wirráriras, conocidos como
huicholes. Pueblo que desde antes del Tiempo camina por el desierto para
encontrarse con sí mismo.
Para llegar allí
manejamos durante horas, la última de ellas sobre terracería bordeando el
precipicio. Después un túnel bajo nos obligó a seguir a dedo hasta el siguiente
poblado, que se perdía entre las nubes. Desde ahí cabalgamos un par de horas
por el altiplano pasando por las ruinas de varias minas del siglo XVIII. Los
caballos quedaron en la base del cerro y seguimos a pie hasta la cima.
Así llegamos al
lugar más alejado de casa, desde donde emprendemos el retorno.
Estábamos los
tres solos. Ni tan duro ni tan sagrado, también traíamos nuestro propio peregrinar.
Por eso queríamos agradecer, pero -ni muy judíos ni muy cristianos ni muy
huicholes- no sabíamos cómo.
Y entonces sólo
dijimos “gracias”.
Por lo compartido
hasta ahora.
Y pedimos buen
camino de regreso.
La peregrinación wirra
es durísima. Llevan poco abrigo y poco alimento, y mucho por dejar. Van tras
las estrellas, a las que nombran guardianes.
Canta Zitarrosa: “Cuanti más lejos te vayas más te tenés que
acordar”. Para él, como para todos los que venimos del sur, el Sol se aleja
hasta el Trópico de Cáncer, para retornar su camino de ritmo repetitivo. Hasta
hoy la ceremonia más popular del Perú es el Inty Raymi, cuando desde tiempos
ancestrales los pueblos andinos le piden al Sol que vuelva tras distanciarse
hasta el extremo norte. Antes de la espada y la cruz era tan importante la
celebración que marcaba el principio del año.
Quizás sea un
detalle azaroso, pero siempre imaginábamos el lugar desde donde voltearíamos
hacia sur.
Hijos también del
Sol, una peculiar paradoja astronómica hizo que el Cerro Quemado represente
nuestro punto más alejado y el de retorno, justo donde también lo hace nuestra
estrella cada mañana elevado por los cuernos del Venado Azul, como cuentan los wirras cuando velando el Fuego.
Un segundo guiño
celeste fue hacerlo justo cuando el Sol llegaba del hemisferio sur al norte,
como mandado de allá lejos a recordarnos el camino de regreso.
Causas y azares.
Excusas para sumergirnos en el universo apasionante de la cosmovisión wirra, y
en su lucha por defender la tierra sagrada de la minería, una postal repetida a
lo largo y ancho del continente.
viernes, 1 de marzo de 2013
Bitácora XXVI: "De regreso a la Gran Tenochtitlán"
Por vagos, y por tener la vista puesta en otros sitios, salteamos
una crónica para –por primera vez- acercarnos a la actualidad. Este atajo
temporal fue la única forma que encontramos para llegar al presente, donde por
un rato más vamos a estar.
¿Acaso
de veras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
(Nezahualcóyotl)
lunes, 25 de febrero de 2013
Bitácora XXIV: "Letras viejas sin sentido"
Hoy es casi marzo de 2013, son las siete de la mañana en el corazón de la Gran Tenochtitlán. Todavía en la cama decido volver a escribir algo después de casi medio año.
Pero cometo el error de revisar las bitácoras anteriores y siempre encuentro cositas sueltas no publicadas. Tomo coraje y las leo, y veo que nos están publicadas porque no están terminadas.
Ahora, como en otras ocasiones, se presentan una dualidad incómoda: intentar sumergirme en un pasado lejano y espeso de emociones para darles un cierre "lógico" o publicarlas así incoherentes.
La segunda opción implica menos trabajo así que ahí van.
lunes, 15 de octubre de 2012
Bitácora XXIII: "Hasta acá llegamos".
1- México. La vida y el fin de las bitácoras.
Antes de esta bitácora, quizás la última, va un textito corto que encontramos por ahí y cronológicamente corresponde aquí.
Adelantamos que hace más de dos meses somos papás de un sueño llamado Negra. Antes, desde que entramos a México, ya no podemos seguir con éstas crónicas.
La pasión de estas tierras y sobre todo una hija con los ojos del color de todos los atardeceres del mundo nos lo impiden.
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